Por: Rubén Moreta
El autor es profesor UASD
El caudillismo ha tenido una dilatada presencia en la vida política de la República Dominicana. Es la enfermedad que mantiene comatosa la democracia nacional.
El caudillismo no ha permitido un desarrollo institucional que de solidez al aparato estatal, sistematice políticas públicas, afiance el estado de derecho y construya un nuevo liderazgo político al interior de las organizaciones, capaz de enrumbar al país hacia la superación de sus grandes males socioeconómicos, en especial la pobreza.
El discurso del Presidente de la República Danilo Medina del pasado 27 de febrero del 2018, fue una trompetada reeleccionista. Muy claro y fuerte, el primer mandatario dominicano se lanzó a la aventura política continuista para un tercer período, que podría destronarlo del poder, junto a su Partido de la Liberación Dominicana (PLD), y lanzarlo irremisiblemente a una fosa oscura en la historia.
El mandante sureño le sigue los pasos a los grandes caudillos que a lo largo de nuestra historia republicana han pretendido eternizarse en el poder (Pedro Santana, Buenaventura Baez, Ulises Heureaux, Rafael Trujillo y Joaquín Balaguer) obnubilados por la ambición y el mito de la predestinación.
El economista Danilo Medina asumió el mando en 2012. En el año 2015 armó un proyecto reeleccionista en cincuenta y dos días. Logró en 2016, con una oposición desvertebrada, el visado para continuar cuatro años más (2016-2020) y ahora trabaja subrepticiamente un plan continuista más allá del veinte, contagiado de la embriaguez que suele producir el poder en la República Dominicana. Pero Danilo tiene de frente una férrea oposición interna –Leonel Fernández- a quien lapidó, pero no exterminó. Otro factor en contra del Jefe de Estado, es la disminución importante de su popularidad, que las encuestas sitúan en menos de un 50%.
En su discurso de rendición de cuentas del 27 de febrero, el Presidente Medina presentó un contexto idílico del país que dirige, que lo consume la violencia social y la inseguridad ciudadana, cuestiones que minimizó. Ni uno solo de los graves problemas nacionales ha podido resolver el sureño, como son la crisis energética, la crisis de la salud pública, cuyo modelo “toco fondo”, la falta de agua potable y de sistemas de alcantarillado sanitario, el desempleo, los bajos salarios, y una larga lista de necesidades.
Pero donde el tercer presidente sanjuanero sacó calificaciones reprobatorias fue no referirse a la firme oposición de los habitantes de su provincia natal a las pretensiones de la minera Gold Quest de explotar yacimientos mineros, con lo cual se contaminaría el agua del Río San Juan, el cual da vida a todo el valle. Imperdonable que un Presidente oriundo de San Juan, amenace la vida de sus compueblanos.
Algo grotesco, fue que el jefe de Estado convocó a miles de seguidores, para que desde su casa hasta el Salón de la Asamblea Nacional, vociferaran consignas y exhibieran pancartas de loas. Penoso. Los aplausos -más de cien- a su fatigosa oratoria, es otra evidencia de que el discurso presidencial fue una obra libreteada de cara a la pretensión reeleccionista.
El “manso” sureño se ha enamorado del poder y se resiste a abandonarlo. Está insatisfecho y quiere otros cuatro años más en la mansión presidencial, por eso él mismo dirige su coro y autopromoción: Danilo 2020-2024.
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