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La Iglesia católica antes y después de Trujillo

CATOLICISMO Y LEGADO TRUJILLISTA



Por Argelia Tejada Yangüela


Monseñor Reilly y Trujillo

Trujillo y la Iglesia
La complicidad de la Iglesia en la legitimación del régimen por 30 largos años está académicamente documentada en la tesis doctoral del sacerdote episcopal William Wipfler (1980). Éste describe la situación de la Iglesia Católica antes de 1930 como “débil” y “empobrecida” y con “poco impacto en la sociedad”. Mide su debilidad por la decisión de la Suprema Corte de la Nación de anular la personería jurídica de la Iglesia una semana antes del ascenso de Trujillo al poder. Ya en 1931 Wipfler analiza el discurso de bienvenida de Trujillo al primer Nuncio Papal de la Republica Dominicana, Monseñor José Fietta. Concluye expresando la esencia de la relación Iglesia-Estado que Trujillo forjó: “La iglesia como legitimadora, Trujillo como protector[1] .

Históricamente, el rol legitimador de la dictadura Trujillista por la Iglesia incluyó el encubrimiento de la matanza de haitianos en territorio dominicano el 3 y 4 de octubre de 1937. William Wipfler documenta como la masacre “quedó como un misterio para el pueblo dominicano” pues solo se publicó “una cantidad mínima de información” y la historia completa no se conoció hasta después de ajusticiado Trujillo en 1961.

Wipfler afirma que la situación era diferente para la Iglesia, debido a que la Misión Jesuita Fronteriza de San Ignacio de Loyola, iniciada el 4 de agosto de 1936, tuvo por meta colaborar con el programa Trujillista de Dominicanización de la frontera. Por esta razón el autor asume que los Jesuitas por una parte y el Nuncio Papal por otra informaron al Arzobispo. El Nuncio Papal fungía como diplomático del Vaticano tanto en Haití como en la República Dominicana y estuvo “activamente, aunque no oficialmente, envuelto en las negociaciones de la comisión” por lo que hubiera mantenido al Arzobispo informado “de la naturaleza y la medida de la participación de Trujillo en el crimen
[2].

El conocimiento que el Arzobispo necesariamente tenía que tener sobre estos hechos pone en contexto la carta que escribiera al clero en 1938. El Arzobispo escribió la carta en momentos en que Trujillo, presionado internacionalmente por la masacre haitiana, se vio forzado a emitir una declaración oficial al pueblo dominicano anunciando su retiro de las elecciones de 1938 y designando su candidato:
"Estamos para celebrar la festividad Nacional de Nuestra Señora de la Altagracia, madre de los dominicanos. Acudir a ella en las necesidades que afectan la vida misma de la Patria es tan natural para nosotros como el niño acudir a los brazos de su madre.

Creo que este es el día oportuno para que en todas las iglesias de la República se pida a la Virgen de Altagracia que ilumine al Honorable Señor Presidente de la República en el sentido de reconsiderar su decisión expresada en el histórico documento que acaba de conocer el país.

Vuestra Reverencia exhorta a los fieles que eleven una ferviente plegaria colectiva con el fin indicado". 
[3].

Wipfler analiza el informe redactado en 1957 por los Jesuitas de la Misión Fronteriza para documentar su ministerio fronterizo. El mismo no hace referencia al elemento anti-haitiano del proceso de Dominicanización de la frontera, con el que la misión colaboró. Por esa razón no hace mención de la masacre. Wipfler cita la introducción del reporte, que justifica la Dominicanización y elogia a Trujillo, arquitecto del proceso:

"Trujillo observó, con mirada vigilante, que en la línea Fronteriza se iba perdiendo la fisonomía nacional. La presencia invasora de gentes haitianas con lenguaje extraño, moneda extranjera, costumbres exóticas, ritos religiosos del Vodou y protestantes, minaban poco a poco este baluarte de la Patria, y lo convertían en peligrosa cabeza de puente.

A tan grave peligro una medida segura: DOMINICANIZAR LA FRONTERA. Para ello fortaleció la idea de DIOS, estabilizó LA PATRIA, y puso en salvaguardia su LIBERTAD.

Los Padres de la Compañía de Jesús cooperaron en la empresa"
[4].

Trujillo utilizó el anti-comunismo y el catolicismo como paradigma de control social. El catolicismo le permitió legitimación, particularmente frente a la población rural, representativa de la mayoría de la población y más vulnerable debido al peso de la evangelización católica centenaria y a sus niveles bajos de escolaridad. En las aéreas urbanas la religión llenaba un papel social y ritualista para conmemorar pasajes en el ciclo de vida de sus miembros. Pero en las capas medias más educadas la religión era asunto de mujeres. Profesionales y personas con cierto nivel de escolaridad eran anticlericales; críticos de la legitimación que la iglesia le proporcionaba al régimen y de los intelectuales que lo apoyaron. Yo crecí en este ambiente y de este sector se nutrió el exilio dominicano, sus expedicionarios y el Movimiento Revolucionario 14 de Junio.

El anti-comunismo le garantizaba a Trujillo apoyo de los Estados Unidos y le proporcionaba una excusa para perseguir opositores e incorporar a la Iglesia como aliada frente al “comunismo ateo”. Además, le permitía legitimar la represión identificando al opositor con el comunismo y el ateísmo, ambos demonizados. Con la iglesia católica, preocupada con la oposición a ideas modernas seculares fundamentadas en evidencias científicas y en mantener su clientela de feligreses, se creó una alianza natural. Las ideas marxistas fueron prevenidas con la censura a la importación de libros, con la excepción de personas que subrepticiamente introducían libros prohibidos al país.


Iglesia y campesinado

La Iglesia Católica consagró la fidelidad del campesinado a la figura del presidente en la persona de Trujillo. A través de ceremonias bautismales Trujillo se convirtió en compadre del campesinado apadrinando su descendencia. El padrino se responsabiliza de la vida espiritual de sus ahijados, sustituyendo a los padres biológicos en su ausencia. El compadrazgo se entendía literalmente como lazo sagrado. La religiosidad de este lazo llevó al Jefe a convertirse en Papá Trujillo, y no exclusivamente para sus ahijados
[5].

El adoctrinamiento sufrido por el campesinado creó desconfianza de parte de los estratos urbanos anti-Trujillistas. En 1959 se hizo evidente que esta actitud no era infundada. Durante las expediciones armadas de Constanza, Maimón y Estero Hondo, el hambre y las denuncias de los campesinos pesaron más en la captura y muerte de los guerrilleros que los enfrentamientos con el ejército
[6]. No recuerdo que la Iglesia Católica reaccionara ante la muerte de los combatientes, muchos capturados vivos. Pero al final del régimen, cuando el clandestino Movimiento Revolucionario 14 de Junio fue descubierto y sus miembros encarcelados, la Iglesia salió de su letargo.


 Conflictos de Trujillo con la Iglesia y reacción del campesinado

Para la población dominicana, el cambio de política de la iglesia en 1960, expresada en la Carta Pastoral, fue una reacción de los obispos a la persecución interna de los miembros del Movimiento 14 de Junio. No sabíamos en el momento de los hechos que el cambio de dirección se originó en el Vaticano.  

Un año antes de firmar el Concordato la Santa Sede buscó descentralizar y disminuir la dependencia de la Iglesia de Trujillo. De 1953 a 1959 el número de diócesis pasó de una a cinco diócesis y el arzobispo Ricardo Pittini fue sustituido por Octavio A. Beras. Pero no fue hasta octubre de 1959, en anticipación a la confrontación con Trujillo, que el Vaticano estableciera la pieza clave que movilizó el cambio: el “dócil” Nuncio Papal Salvatore Siino fue sustituido por el “duro y experimentado diplomático Arzobispo Lino Zanini”[7].

El 25 de enero de 1960 el Nuncio Lino Zanini auspició el pronunciamiento de los obispos y el arzobispo metropolitano en la Carta Pastoral, leída en todas las misas e Iglesias del país el domingo 31 de enero de 1960. Estos obispos fueron Hugo Eduardo Polanco Brito, de la diócesis de Santiago; el español Francisco Panal, de La Vega; Juan Féliz Pepén, de La Altagracia; el redentorista estadounidense Thomas O’Reilly, de San Juan de la Maguana, y el Arzobispo Metropolitano Octavio A. Beras.

La Carta Pastoral marcó la primera manifestación de desafecto de la Iglesia con el régimen Trujillista. El pueblo desconocía la polémica interna que ésta causó entre Trujillo, los obispos y el Nuncio. Por eso, el primer ataque agresivo de Trujillo a la Iglesia en represalia por la Carta Pastoral nos tomó de sorpresa. Fue dirigido en contra de Monseñor Panal en La Vega.

El 3 de febrero de 1960 Monseñor Francisco Panal recibió noticias de los fieles: se organizaba una reunión para protestar por la Carta Pastoral. Para prevenir este evento, el Obispo transmitió un mensaje a los “Fieles Católicos” llamándoles a que no participaran. Advirtió a los organizadores que serían excomulgados y a las autoridades responsables se les negaría todo oficio religioso que normalmente se ofrecía a su favor. Luego el Obispo leyó nuevamente la Carta Pastoral, “para que la verdad no sea falseada malévolamente” y para que “los verdaderos hijos de la Iglesia y los amantes de la Paz y la Justicia puedan estar juntos y secundar“a sus legítimos Pastores. A pesar de la advertencia del obispo, la manifestación tuvo lugar con insultos personales a su persona, a quien acusaban de haber instigado la Carta Pastoral.
[8] El clero también se encargó de difundir la Pastoral en el extranjero.

Éste desenlace incrementó la ira del Obispo Panal. Escribió cartas a los líderes locales y a la entonces Secretaría de Estado de Interior y Cultos demandando un desagravio a la Iglesia y a su persona y repitiendo que no oficiaría servicios religiosos a los responsables sin el desagravio solicitado. En respuesta, Monseñor Francisco Panal fue aconsejado para que le escribiera al Papa Juan XXIII y dispusiera su traslado fuera de República Dominicana
[9].

La proximidad de SFM con La Vega nos hizo consciente de las manifestaciones que los Trujillistas veganos convocaron en contra de Monseñor Panal. Este conflicto provocó que personas de SFM se organizaran para darle respaldo. Recuerdo el peligro cuando pasábamos por la comunidad de Los Ranchitos, antes de entrar a la carretera Duarte. Personas esperaban los vehículos para tirarles piedras, por lo que se evitaba cruzar por esta comunidad. Para proteger a Monseñor Panal, Los campesinos tomaban turnos de vigilancia nocturna en la catedral, armados con machetes.

Trujillo inició el ataque cortando subvenciones a la Iglesia y negándole al Obispo de Santiago la solicitud de título de la residencia que este ocupaba, según lo estipula el Concordato. Una lectura de las cartas del Nuncio Lino Zanini a Trujillo, enseña de que manera el Nuncio defendió el contrato del Concordato para que Trujillo continuara subvencionando a la Iglesia
[10].  

Pero cuando el Episcopado se negó a otorgar a Trujillo el título de Benefactor de la Iglesia, el 6 de febrero de 1961, las agresiones se hicieron públicas y cambiaron de tono. Para Trujillo, la negación fue un acto de deslealtad en momentos en que el régimen más necesitaba el apoyo de la Iglesia. Para la iglesia, conferir el título en momentos en que por primera vez existía un movimiento de oposición interna de importancia y en que el pueblo era perseguido, constituía una oportunidad de revertir la política del pasado[11].

William Wipfler (1980) define la estrategia del contra ataque de Trujillo en la identificación y selección de los puntos más vulnerables de la iglesia: la gran cantidad de clérigos y religiosos extranjeros, la dependencia económica de la iglesia del Estado; los acuerdos legalizados en el Concordato que la privilegiaban frente a otras denominaciones religiosas; y la debilidad de la práctica católica de muchos, que optarían por Trujillo si fuesen forzados a escoger.

Trujillo canalizó su cólera con mensajes ultrajantes a través de Radio Caribe y reportajes en los periódicos El Caribe y La Nación, dirigidos particularmente a los obispos extranjeros, los Monseñores O’ Reilly y Panal, quienes asumieron posiciones desafiantes en sus diócesis para defender el conjunto de la iglesia y del pueblo perseguido. El 4 de marzo de 1961, aprovechando que Trujillo había asistido a una misa en la Catedral de la Vega, Monseñor Panal lo interpeló:

"Si vos lo ignoráis, yo os lo informo. Las cárceles están llenas de prisioneros políticos que son torturados a diario. El pueblo dominicano padece de hambre. Numerosas familias carecen de alojamiento y viven en la miseria. Si mis palabras deben causar víctimas, estoy listo para ser la primera"
[12].

La misa estaba siendo transmitida a toda la nación a través de un programa radial. Las inesperadas palabras hicieron que el técnico interrumpiera el discurso muy tarde para evitar que el mensaje saliera al aire. En el momento de la consagración, el obispo obligó a Trujillo a arrodillarse, quién intentaba permanecer de pie como expresión de protesta. Como muchas personas escuchaban la misa, las palabras del Obispo fueron llevadas de casa en casa. La gente corría para compartir lo escuchado con familiares y amigos. Wipfler (1980) señala que la guerra había sido declarada y Monseñor O’Reilly se unió el día 12 de marzo. Leyó una declaración en todas las misas, denunciando los actos de persecución recordándoles a los fieles que “no están llamados a servir a Cristo en el espíritu de cobardía”
[13]. El 26 de marzo Monseñor Panal escribió una Carta para ser leída en todas las Iglesias de la diócesis, cuestionando la política del régimen hacia la Iglesia y las persecuciones contra el pueblo.

En San Juan de la Maguana el gobierno organizó un mitin el 9 de abril de 1961, precedido por artículos en La Nación y El Caribe titulados “Descubren Complot Terrorista Auspicia Monseñor O’Reilly contra Gobierno Dominicano,” (7 de abril de 1961). Uno de los sacerdotes expulsados hizo declaraciones a la prensa de Chicago explicando como el Jefe del Partido Dominicano, Virgilio Álvarez Pina, viajó a San Juan de la Maguana para organizar el evento y seleccionar amigos del Obispo forzándolos a fungir de oradores. Cuatrocientos soldados fueron trasladados de la Capital a San Juan, vestidos de campesinos. El día de la manifestación unas 10,000 personas vociferaron slogans anti-Yankees. Gritaban “a la horca”, “al paredón”, “muerte a los curas”
[14].

A través de reportajes de periódicos se decía que los habitantes de la provincia solicitaban la expulsión de Monseñor O’Reilly. Después de otra manifestación realizada el 12 de abril, oficiales del ejército y soldados vestidos de civiles, entraron en la rectoría en San Juan y la residencia del Obispo saqueando los dos edificios y prácticamente destrozando el interior. Al día siguiente el Obispo, sacerdotes y religiosas estadounidenses abandonaron San Juan y se refugiaron en el Colegio Santo Domingo. El 29 de mayo, Trujillo dio la orden de apresar a los obispos extranjeros y encarcelarlos el 30 de mayo. Lo demás es historia conocida. Varias horas después de dar la orden, Trujillo caería ajusticiado por el grupo militar. Esto no impidió que agentes del SIM fueran al Colegio Santo Domingo y apresaran a Monseñor O’Reilly. Al día siguiente, con Trujillo muerto, Joaquín Balaguer lo liberaría.

Los campesinos del Cibao y los de San Juan de la Maguana reaccionaron de forma diferente a los ataques a la iglesia, coherente con las diferencias culturales de las zonas. Los campesinos de la diócesis de La Vega amanecían con machetes al interior de la catedral para proteger a Monseñor Panal. En cambio, los campesinos de la diócesis de San Juan de la Maguana no reaccionaron. Mientras la región Norte tiene siglos de colonización religiosa española y de conformación de un clero autóctono, en el Suroeste, la evangelización sistemática se inició con la ocupación de los Estados Unidos en 1916
[15].

La diferencia cultural-religiosa entre ambas regiones se manifestó con anterioridad al período Trujillista con el surgimiento del movimiento mesiánico político-religioso alrededor del culto a Olivario Mateo, o Papá Liborio. Este movimiento constituye uno de los pocos mesianismos del Siglo XX, de interés antropológico y sociológico más allá de las Antillas. En 1922 el gobierno de ocupación reprimió el movimiento y asesinó a Olivario Mateo en la zona de Maguana, cercana al pueblo de San Juan de la Maguana. Esta represión no fue motivada por el culto en sí, más por su oposición armada a la ocupación militar. Pero el movimiento no desapareció. Con el grito de Olivario Vive, el eje del culto se trasladó a Palma Sola, en el Municipio de Las Matas de Farfán. La creencia en la resurrección de Papa Liborio, ya convertido en figura mítica, aumentó la fortaleza del movimiento. Éste asumió una organización socialista y religiosa. En 1962 el culto fue de nuevo enfrentado, esta vez por el ejército dominicano
[16].

En 1970 tuve la oportunidad de residir tres meses en Las Matas de Farfán y palpar la cultura de ésta región, distinta a la de la Región Norte del país que conocía. Durante ésta estadía pude verificar la escasa integración de la población al catolicismo y sus diferencias lingüísticas y étnicas con el campesinado Cibaeño. A las misas dominicales concurrían pocas personas, mientras en las comunidades rurales, la inasistencia generalizada llevó a los sacerdotes redentoristas a abandonar las misas y sustituirlas por visitas domiciliarias. En cambio en las zonas rurales del Cibao, hombres, mujeres y niños llenaban las iglesias. 


Conclusión

La simbiosis Iglesia-Estado se inició durante el período colonial. La Iglesia acompañó a los Conquistadores españoles y portugueses en la misión de colonizar a los indígenas, aun bajo el supuesto de la época de que éstos carecían de alma. En el Siglo XVI, la aceptación del alma en los aborígenes intensificó la misión evangelizadora de la Iglesia, empeñada en salvar las almas de los “salvajes”. Pero la evangelización es la otra cara de la aculturación y dominación ideológica a que fueran sometidos los aborígenes a la par del robo de sus tierras, recursos naturales y esclavitud.

En 1930, Trujillo no encontró la Iglesia colonial, establecida oficialmente junto al gobierno de la colonia desde sus inicios. En 1822, la Jerarquía Católica y la Iglesia en su conjunto, dependiente del clero español y carente de nuncio italiano, huyeron a las colonias españolas de Cuba y Puerto Rico, en el momento en que las tropas haitianas cruzaron la frontera y ocuparon a Santo Domingo. Los españoles temían ser fusilados por los haitianos de igual manera que lo fueron los blancos durante la revolución de los esclavos en Haití.

La huida de los eclesiásticos explica el por qué en Republica Dominicana, ya liberada de los haitianos, se pudo establecer desde 1880 una educación laica y positivista ideada y dirigida por dos de las figuras más queridas y admiradas de nuestra historia, el antillanista Eugenio María de Hostos y Salomé Ureña de Henríquez. Esta última fundó la escuela Normal para mujeres a la que dedicó su vida. Este contexto pone de manifiesto el atraso que significó el Concordato de 1954 al sustituir la moral y cívica del sistema de educación laica por la enseñanza de los principios y dogmas católicos en las escuelas.

Cincuenta años después del ajusticiamiento del tirano, el Concordato de 1954 continua vigente. De una Iglesia débil y sin personería jurídica la Iglesia ha adquirido riquezas con la propiedad de todos los edificios coloniales religiosos, y la construcción por Trujillo y los gobernantes que le han seguido de varias catedrales, Iglesias, oficinas administrativas, residencias, seminarios, centros de retiro, y universidades. Además, debemos agregar el costo de mantenimiento de los mismos y de la misión evangelizadora a través de subvenciones y sueldos.

El fortalecimiento económico de la Iglesia y el financiamiento estatal de su aparato burocrático ha permitido su vertiginoso crecimiento institucional. El Arzobispo de Santiago y Presidente de la Conferencia Episcopal Dominicana (CED) Mons. Ramón Benito de la Rosa y Carpio presentó las
estadísticas de crecimiento en el 2005, durante la inauguración de la nueva sede de la CED en presencia de Leonel Fernández y otras autoridades invitadas. En 1953, un año antes de firmarse el Concordato, solamente existía una diócesis en el territorio nacional. En el 2005 el número aumentó a dos arquidiócesis, nueve diócesis territoriales y un obispado castrense. Además, cuando la CED comenzó en 1962 estaba compuesta por cinco obispos. En el 2005 aumentó a 20 obispos, 14 activos y 6 eméritos. 

El peso político de la iglesia y su presencia entre los militares contribuyó al golpe de Estado del gobierno de Juan Bosch, primer gobierno que fuera  electo democráticamente después de la dictadura Trujillista. La Constitución planteada por Juan Bosch en 1963, además de ser laica, se concibió en función de los intereses de la masa trabajadora y las mujeres, afectando los intereses de los terratenientes al plantear la reforma agraria. La Iglesia tenía mucho que perder si la Constitución se cambiaba y se abolía el Concordato.

El golpe de estado en 1963 y la lucha por restablecer la Constitución de 1963 en 1965, llevó al país a una Guerra Civil, a otra Ocupación de los Estados Unidos, y a la extensión de la dictadura los doce años del período de gobierno de Joaquín Balaguer. El partido político apoyado por la Iglesia, el Social Cristiano, dejó de existir al fundirse con el Partido Reformista, este último continuador del Trujillismo en el país, para formar el actual Partido Reformista Social Cristiano (PRSC). 

Ninguno de los gobiernos posteriores a la llamada Guerra Constitucionalista de 1965 ha cambiado la relación Iglesia-Estado que Trujillo legalizó con el Concordato de 1954. Puede decirse que las relaciones se han estrechado aún más, dado que en el 2010, la Iglesia Católica triunfó al lograr que sus dogmas se convirtieran en artículos constitucionales al promulgarse la nueva Constitución de 2010. Debido a la nueva Constitución, la República Dominicana se ha convertido en uno de los únicos cinco países del planeta donde el aborto está criminalizado bajo todas las circunstancias.




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FUENTE: Con excepción de la conclusión este artículo es un extracto de mi artículo tituladoDestrujillización Inconclusa: El Estado Confesional. En Boletín del Archivo General de la Nación (BAGN) Año LXXII, Vol. XXXV, N o. 127. Santo Domingo, mayo-agosto 2010.



[1] William Wipfler, Poder, Influencia e Impotencia: La Iglesia como factor socio-político en República Dominicana. (1980).  Ediciones CEPAE.  Santo Domingo: Editora Santo Domingo. pp. 84-107.
2] William Wipfler, op. cit.  p. 94.
[3] Ver Félix A. Mejía, op. cit.  P. 285.  Citado por William Wipfler, op. cit.  p.  95.
[4] Ver Antonio L. de Santa Ana,  Misión Fronteriza: Apuntes Históricos (1958).  Ciudad Trujillo: Impresora Arte y Cine. P. 11.  Citado por William Wipfler, op. cit.  p.  95.
5] Desconozco si  estos apadrinamientos ocurrieran en la zona Suroeste del país, donde no se contaba con sacerdotes dominicanos o españoles.                                                                                           [6] Ver Anselmo Brache, Constanza, Maimón y Estero Hondo: Testimonios e investigación sobre los acontecimientos (1985).  Santo Domingo: Taller.                                                                                                                                                                                  [7] William Wipfler, op. cit. P. 108.
[8] Idem.  p. 112.
[9] Idem.  p. 144.
[10] Idem.  pp. 108- 147.
[11] Ver Bernardo Vega, Trujillo y Las fuerzas Armadas Norteamericanas (1992). Santo domingo: Fundación Cultural Dominicana, pp. 393-467.
[12] Idem., pp. 141-142.
 [13] Declaración de Monseñor Thomas F. Reilly, C.SS.R. Para leerse en todas las misas en la Catedral de San Juan de la Maguana”, domingo 12 de marzo de 1961.  Citado por William Wipfler, op. cit. p. 142.
 [14] George Gent. Expelled Priest Relates Attacks on Bishop Relly.  Chicago: The New World, 21 de abril de 1961.
[15] Entrevista con religiosos de los EUA en 1959.  William Wipfler también señala la Ocupación de 1916 con la llegada de misioneros de los EUA de diferentes denominaciones.

Fuente :https://argeliatejada.blogspot.com/2011/06/trujillo-iglesia-y-campesinado-por.html 

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