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OPINIÓN: La postura correcta del Canciller dominicano Andrés Navarro en las relaciones dominico-haitianas, 1 de 2

Por: Cassandro Fortuna MA/

Foto: Canciller dominicano, Andrés Navarro y su homólogo
  haitiano Pierre Duty Brutus.
Desde el Tratado de Nimega del 10 de agosto de 1678 los residentes en el lado este de la isla de Santo Domingo tuvieron que aceptar, al menos de hecho, que  el oeste era propiedad de Francia. Se trató de una jugada maestra del rey de Francia, el famoso "rey sol". El rey Luis XIV, aprovechándose de su condición de abuelo del rey de España de ese entonces, logró que los españoles de Santo Domingo aceptaran como buena y válida la presencia de los franceses, y su colonia esclavista, en el lado oeste de la isla de Santo Domingo. Al Tratado de Nimega le siguieron otros Tratados, que no vamos a abordar en este texto.

Pero con todo y la aceptación de hecho,  por parte de España, de la colonia  de Francia  en el oeste, y el inicio de un intercambio comercial más tranquilo entre una y otra, no cesaron las confrontaciones entre franceses y españoles. Tanto fue así que en Santo Domingo eran recibidos con los brazos abiertos  los esclavos negros africanos que escapaban de sus amos franceses, y aun a disidentes, como fue el caso de Biassou, Jean Francois y Toussaint Louverture , así como de miles de sus seguidores. España les otorgó rangos militares, la nacionalidad española y medallas de oro. Eran los integrantes del ejército auxiliar negro, de habla francesa.  Quien le da rango militar de oficial a Toussaint no es  Francia (y mucho menos Haití, que para entonces no existía), sino España.

El asunto comenzó a complicarse con la revolución haitiana, y luego con el Tratado de Basilea de 1789, cuando España le entregó a Francia su parte de la isla de Santo Domingo, la cual, a partir de ese momento, fue propiedad francesa conforme el Derecho Internacional de la época,

La creación del Estado haitiano en 1804 le puso la tapa al pomo. Los esclavos africanos de los franceses (más e 500 mil) tomaron el control del territorio oeste y fundaron un nuevo Estado. A partir de entonces, pues, los inconvenientes de los españoles de Santo Domingo no serían con los franceses, sino con los haitianos, propietarios ahora del territorio que fuera de Francia.
Y ahí estamos desde entonces.
Incomprendidos en muchos aspectos.

Ahora bien, todo conocedor de la historia dominico-haitiana sabe que entre ambos países no hay más alternativa viable que coexistir  en paz. En una ocasión estuvimos en guerra. Pero aquellos fueron otros tiempos, acompañados de sus propias circunstancias, que  no son las de hoy.
Hoy, la República Dominicana es un país pujante. Con esfuerzo, buena voluntad y determinación el país avanza con paso firme en el terreno del crecimiento económico. El Producto Interno Bruto es mayor cada año. Hace falta, sin embargo, una redistribución del ingreso para que aumente el per capita y con ello el índice de desarrollo humano. Es una tarea pendiente.

En el caso haitiano, durante la colonia francesa, fue el territorio más próspero del mundo. La colonia más rica de Francia, al precio de miles de seres humanos esclavizados,martirizados, obligados a trabajar hasta 20 horas al día, convertidos en bestias. Algo asqueante. Una aberración para la conciencia de la humanidad. Pero una vez liberados los esclavos y constituidos como Estado no supieron (o no pudieron) manejarse adecuadamente, y luego de más de 200 años de historia han devenido en el país más pobre de América, convertidos en un Estado fracasado, un Estado fallido.

Ese es el país vecino de la República Dominicana: un Estado colapsado al que ningún otro Estado quisiera de vecino, por razones obvias.Pero es la realidad, por dura que sea. Entonces estamos obligados a convivir con ese hecho. Y debemos hacerlo de la mejor manera posible. Debemos comportarnos inteligentemente como pueblo y como Estado.

Es imposible vivir de espaldas a Haití. Entonces, el diálogo y la negociación deben ser permanentes. El procurar la creación de un clima de distensión entre ambos pueblos debe asumirse como una política de Estado inequívoca.Habrá que armonizar siempre con Haití. Ello no implica ninguna forma de entreguismo, como infelizmente proclaman algunos ciudadanos carentes de la visión del estadista. Es responsabilidad del hombre de Estado trabajar por el bienestar de su pueblo, no sembrar desasosiego y mucho menos llevarlo a la guerra y a la muerte innecesaria.

Lo que más conviene a los dominicanos es que Haití se desarrolle. Tenemos que cooperar en todo lo que esté a nuestro alcance para que ello ocurra. Si Haití logra tener respuesta para los problemas económicos, políticos y sociales de sus nacionales la migración haitiana se atenuará; de lo contrario continuará, porque a nadie se le puede obligar a morir de hambre.

El nuevo canciller de la República, el arquitecto Andrés Navarro, tiene una visión correcta de cómo deben ser las relaciones dominico-haitianas en este momento. Diálogo, concertación, reglas claras. Es lo que procede. Acción diplomática y de derecho internacional. Los patrioteros lo critican porque ellos quieren confrontación. Su mente se encuentra estacionada en el siglo XIX. Deben abrir los ojos, estamos en el siglo XXI, en plena globalización.

*El autor tiene Maestría en Derecho Internacional, Derechos Humanos y Cooperación Internacional


1 Comentarios

  1. Lo cortés no quita lo valiente; excelente reflexión, la cual evoca a la
    manifestación colectiva, si se quiere, de un sentimiento mesurado, armonioso y sobre todo, libre de cualquier prejuicio. Tratándose del caso que nos ocupa, ser cortés sería el equivalente a demostrarle al gobierno haitiano, a su gente, que es posible la vida en sociedad si todos mantenemos los mismos niveles de cordialidad; es decir, haitianos y dominicanos de manera mutua. El recuento histórico que realiza formidablemente el doctor Cassandro Fortuna Sánchez, señala aspectos importantes sobre las relaciones dominico-haitianas y su
    génesis, aspectos que pocos han deseado escudriñar con inteligencia. Una historia infeliz sobre el trato que les correspondió recibir a los haitianos, de manos de los colonizadores y que, luego de liberados, no han sabido superarse, al punto que las luchas intestinas en el ámbito político y económico, forman parte de su folklore nacional, teniendo como producto final la inestabilidad y la ausencia de instituciones sólidas que den soporte al Estado como tal.
    La lucha del pueblo haitiano por sobrevivir a su lamentable tragedia, ha sido incesante; el ir y venir de un presidente que entra y otro que sale; de un primer ministro que se adueña de las diligencias comerciales bilaterales y de otro que se niega a promoverlas. En fin, un estado fallido, como bien señala el doctor Fortuna Sánchez y como es la
    realidad actual. Luego de tenerlo todo y más tarde quedar sin nada, Haití es un pueblo que ha carecido de políticas claras sobre hacia dónde dirigir incluso la ayuda millonaria internacional en dólares y euros. Esta ayuda se queda, a la vista de todos, en manos de la clase política y el resultado es la estampida hacia esta parte de la Isla.
    Haití es una realidad que como dominicanos nos ha tocado vivir, sólo que observamos que en modo alguno ese masacrado pueblo, desea conciliar; se muestra arrogante y con poder para avasallar. De manera circunstancial coloca en veda a la producción de la industria dominicana, misma que resulta más viable, más cercana, y sobre todo, más económica. Mientras que los buenos dominicanos
    prácticamente “se vuelven locos” al no saber qué hacer con los productos perecederos impedidos de entrar a suelo haitiano. La contraparte a esta situación es la porosidad existente en la franja fronteriza, caracterizada por el “dejar hacer, dejar pasar”, que indistintamente es puesta en práctica por la clase política y la militar además.
    ¿Qué hacer entonces ante ese escenario y sabiendo que Haití continuará por la eternidad siendo nuestro vecino? Poner las reglas claras, cueste lo que cueste, duélale a quien le duela. Regularizar a los que ya están aquí y que ciertamente califiquen para ello desde el punto de vista de la normativa migratoria legal. Los que no, lamentablemente deben ser repatriados. Así se hace en todo el mundo y nada pasa, la vida continúa. El ordenamiento territorial y migratorio es facultad de un Estado y como tal, República Dominicana debe hacer lo propio. Reforzar la frontera y dotarla de los elementos tecnológicos necesarios, sería lo ideal, además del recurso humano honesto, capaz y en disposición de defender el suelo patrio.
    El elemento diplomático también debe jugar su rol y creemos que éste debe ser consistente, coherente y sistemático; debe ser uno de los eslabones principales de la política exterior del Estado dominicano, sin importar banderías políticas y dejando de lado los intereses particulares. En ese contexto, el canciller Navarro ha venido dando muestras de que aparte de todo, el diálogo, la concertación y el respeto a los tratados internacionales y sobre todo a la Ley Nacional, deben ser primordiales para compartir la mesa con sus iguales…!

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