Por: Cassandro Fortuna MA
El autor es Director de El Granero del Sur
HOY se cumplen 53 años del estallido revolucionario de 1965. No de la Revolución. Porque en nuestro país no hubo ninguna revolución: hubo una revuelta armada. Peor aun, una vez terminado el estallido de abril del 65 la República Dominicana involucionó políticamente cuando el doctor Joaquín Balaguer, que como poco debió estar preso debido a su colaboración estrecha con la dictadura de Trujillo, fue elevado a la presidencia de la república mediante una estrategia muy bien orquestada por el gobierno norteamericano.
Hoy se cumplen 53 años de un evento histórico que pudo ser una revolución; pero que no alcanzó esa estatura, puesto que la palabra revolución quiere decir : "cambio profundo en la cosa". Es decir, que donde se produce una revolución, es donde se ha producido un cambio profundo. Aquí no se produjo ningún cambio profundo en abril del 65. En consecuencia, no hubo ninguna revolución. Peor aún, la revuelta de abril no propugnaba por ningún cambio profundo. No tenía pretensiones revolucionarias. Aquella fue una reacción contra el status quo del momento y en reclamo de la vuelta a la constitucionalidad. Es decir, un rechazo al golpe de Estado que sectores retardatarios, civiles y militares, le dieron al gobierno del profesor Juan Bosch en 1963. La demanda básica de quienes se involucraron en la revuelta de abril del 65 fue que el profesor Bosch fuera retornado al poder para que cumpliera su mandato gubernamental, tal y como está consagrado en la Constitución dominicana. Por eso se les llamó constitucionalistas.
Todos sabemos que el general Rafael Leonidas Trujillo Molina, que nunca tuvo pretensiones políticas, y que nunca pasó por su cabeza ser presidente de la República Dominicana, surgió de una retorcida coyuntura política creada por las ambiciones continuistas del presidente Horacio Vásquez, alrededor de la cual se formaron diversas intrigas políticas, tanto dentro de su anillo palaciego como en el interior del país y que concluyeron con Trujillo presidente. Es decir, que este pecó en rio revuelto. Dejó con la cara larga a los políticos de la época que aspiraban a subir al solio presidencial, y se envolvió en una aventura política dictatorial que terminó 30 años después con su ajusticiamiento el 30 de mayo de 1961.
El gobierno de Bosch, derrocado en septiembre de 1963, era el primer ensayo democrático en nuestro país tras la dictadura. El golpe de Estado cercenó las aspiraciones del pueblo dominicano de tener en el palacio un presidente legítimo fruto de la voluntad popular. Por eso, cuando se produjo el estallido de 1965 el pueblo consciente se unió a los militares constitucionalistas, y "hermanados en la verdad", como escribió el poeta Pedro Mir, se lanzaron con las armas en las manos a reclamar el retorno de la constitucionalidad. La intervención armada norteamericana le puso fin a los sueños del pueblo dominicano de construir su propio destino. Torcieron la historia y dejaron en el poder al doctor Joaquín Balaguer, un intelectual que había sido toda su vida trujillista. La historia traicionó al pueblo dominicano, pues no era el hombre para ese momento. Su tiempo había pasado como servidor incondicional de un régimen tiránico y la silla presidencial debió ser ocupada por un hombre no comprometido con el pasado.
En fin, hoy es un di1a especial en la historia dominicana. Hoy debía ser un día de reflexión nacional. Estuvimos a punto de hacer una revolución.
El autor es Director de El Granero del Sur
HOY se cumplen 53 años del estallido revolucionario de 1965. No de la Revolución. Porque en nuestro país no hubo ninguna revolución: hubo una revuelta armada. Peor aun, una vez terminado el estallido de abril del 65 la República Dominicana involucionó políticamente cuando el doctor Joaquín Balaguer, que como poco debió estar preso debido a su colaboración estrecha con la dictadura de Trujillo, fue elevado a la presidencia de la república mediante una estrategia muy bien orquestada por el gobierno norteamericano.
Hoy se cumplen 53 años de un evento histórico que pudo ser una revolución; pero que no alcanzó esa estatura, puesto que la palabra revolución quiere decir : "cambio profundo en la cosa". Es decir, que donde se produce una revolución, es donde se ha producido un cambio profundo. Aquí no se produjo ningún cambio profundo en abril del 65. En consecuencia, no hubo ninguna revolución. Peor aún, la revuelta de abril no propugnaba por ningún cambio profundo. No tenía pretensiones revolucionarias. Aquella fue una reacción contra el status quo del momento y en reclamo de la vuelta a la constitucionalidad. Es decir, un rechazo al golpe de Estado que sectores retardatarios, civiles y militares, le dieron al gobierno del profesor Juan Bosch en 1963. La demanda básica de quienes se involucraron en la revuelta de abril del 65 fue que el profesor Bosch fuera retornado al poder para que cumpliera su mandato gubernamental, tal y como está consagrado en la Constitución dominicana. Por eso se les llamó constitucionalistas.
Todos sabemos que el general Rafael Leonidas Trujillo Molina, que nunca tuvo pretensiones políticas, y que nunca pasó por su cabeza ser presidente de la República Dominicana, surgió de una retorcida coyuntura política creada por las ambiciones continuistas del presidente Horacio Vásquez, alrededor de la cual se formaron diversas intrigas políticas, tanto dentro de su anillo palaciego como en el interior del país y que concluyeron con Trujillo presidente. Es decir, que este pecó en rio revuelto. Dejó con la cara larga a los políticos de la época que aspiraban a subir al solio presidencial, y se envolvió en una aventura política dictatorial que terminó 30 años después con su ajusticiamiento el 30 de mayo de 1961.
El gobierno de Bosch, derrocado en septiembre de 1963, era el primer ensayo democrático en nuestro país tras la dictadura. El golpe de Estado cercenó las aspiraciones del pueblo dominicano de tener en el palacio un presidente legítimo fruto de la voluntad popular. Por eso, cuando se produjo el estallido de 1965 el pueblo consciente se unió a los militares constitucionalistas, y "hermanados en la verdad", como escribió el poeta Pedro Mir, se lanzaron con las armas en las manos a reclamar el retorno de la constitucionalidad. La intervención armada norteamericana le puso fin a los sueños del pueblo dominicano de construir su propio destino. Torcieron la historia y dejaron en el poder al doctor Joaquín Balaguer, un intelectual que había sido toda su vida trujillista. La historia traicionó al pueblo dominicano, pues no era el hombre para ese momento. Su tiempo había pasado como servidor incondicional de un régimen tiránico y la silla presidencial debió ser ocupada por un hombre no comprometido con el pasado.
En fin, hoy es un di1a especial en la historia dominicana. Hoy debía ser un día de reflexión nacional. Estuvimos a punto de hacer una revolución.