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¿Cuál objetividad?



César Medina
Lobarnechea1@hotmail.com
A yer escribía un viejo y sesudo periodista, Melvin Matthews, sobre la actitud moderada del Presidente Danilo Medina ante el barraje de insinuaciones públicas y presiones a que está sometido el gobierno por parte de una oposición díscola y sediciosa que propugna por una salida violenta a una corrupción metida hasta el tuétano en la sociedad dominicana.
Para él, Melvin, Danilo está actuando “con serenidad, seguridad y firmeza de convicciones” ante la amenaza que constituye el caso Odebrecht para el gobierno, para la clase política y para el empresariado.
Otro periodista --jefe de uno de los grupos de la sociedad civil tirado a las calles--, celebraba en la misma página “el sacudimiento” que se observa “en la conciencia social” de los dominicanos, mientras anunciaba su participación militante en la actividad que se celebraba ayer en Santiago “contra la corrupción y la impunidad”… … O sea, que la “objetividad periodística” que se enseña en el aula y que se predica en los medios, es pura hipocresía cuando se lleva a la práctica de la pasión militante… Los que tienen posición contraria son bocinas, los que coinciden con el ruido de la calle son éticos, serios, honestos.
El planteamiento de Melvin Matthews puede ser correcto visto desde afuera, pero es también subjetivo.
Porque Danilo Medina en ninguna circunstancia deja escapar sus emociones, y tampoco está tan acorazado como aparenta en la superficie.
La de Melvin, como la del otro individuo, son posiciones encontradas sobre un mismo tema que aún cuando ambas se avienen a la libertad de expresión y de que se trata de enfoques distintos sobre un mismo tema, lo que subyace es la gran división que prevalece en la opinión pública sobre las implicaciones que ha tenido el caso Odebrecht en la sociedad dominicana.
… Ecuanimidad de DM 
Es verdad que Danilo luce tranquilo y sosegado, pero lo cierto es que el caso Odebrecht lo mantiene conturbado. Sus tormentos son legítimos porque aún cuando él personalmente se mantiene libre de culpas por el entramado mafioso brasileño, alguna gente por quien él siente afecto resultará salpicada y tendrá que ir a la cárcel.
Además, su popularidad ha quedado menguada después de este escándalo que aún no se sabe adónde llegará.
El sentido común recomienda que Danilo mantenga su actitud de dar independencia plena al Ministerio Público para que llegue “a las últimas consecuencias”, pero existen razones que lo obligan a tomar decisiones de mucho mayor calado político. Por ejemplo, una investigación exhaustiva mandaría que la misma se aproxime aún más a los pasados presidentes Hipólito Mejía y Leonel Fernández. El primero, porque fue en su gobierno que Odebrecht vino al país contratado por el Estado, y el segundo porque en su mandato se concedió a la firma brasileña el mayor número de obras de infraestructura física.
¿… Pero sería eso políticamente conveniente? Por supuesto que no.
¡Sería una locura!
¿… Sueltos los caballos? 
Sería como abrir la Caja de Pandora para que salgan mil demonios.
Los presidentes no son responsables de las individualidades de sus gobiernos. La responsabilidad compartida en la función del Estado no existe como figura jurídica en nuestra Constitución.
Los funcionarios son responsables por sus actos y bajo ninguna circunstancia --a menos que se presente documentación probatoria--, esa responsabilidad arrastra a la jerarquía superior… Así funciona el Estado.
Existe un antecedente que pudiera argumentarse como jurisprudencia: el caso del Presidente Jorge Blanco y su ministro de Defensa, Cuervo Gómez. Ambos fueron condenados como autor y cómplice de corrupción.
Pero esa es una historia para contarla después… … Esta historia, mientras tanto, va dejando una gran enseñanza: ¡Lea cada cosa entre línea… No se lleve de las apariencias!  

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