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Mi profesor Hatuey D'camps

Por: Cassandro Fortuna MA

La primera vez que escuché mencionar el nombre de Hatuey D'camps yo debía tener 13 o 14 años y él era un jovencito también. Recuerdo que fue en un mitin que montó el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) en el parque Sánchez de San Juan de la Maguana. En ese momento mi padre era el secretario general de esa organización política y todos sus hijos, aunque pequeños, estábamos en primera fila apoyandolo, y a nuestra madre, que estaba allí también y ella siempre fue fiel y solidaria con su esposo de toda la vida.

Eran los días difíciles de los 12 años de Balaguer, un tiempo en el cual solamente los valientes eran perredeístas.

Muchos años después volvería a encontrarme con Hatuey en  1975, esta vez en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) donde fue mi profesor de Historia de la Civilización I. Para entonces era un joven fuerte, elegante y con una gran proyección nacional.

Hatuey con el doctor Peña Gómez
Una o dos veces a la semana nos encontrábamos en la Facultad de Humanidades de la UASD. El llegaba en un modesto carro peugeot blanco, con un saco, sin corbata. Los estudiantes lo esperábamos con cierta emoción pues él era un líder político importante. Todos los días estaba en los  periódicos o en la televisión. Teníamos una especie de celebridad como maestro.

Lo que nunca me gustó fue que él no nos daba una cátedra, sino que ponía a algún estudiante a leer  el tema de la clase del día. Aquello era muy aburrido y los estudiantes (al menos era mi caso) teníamos que hacer un gran esfuerzo para no dormirnos. Su clase era a las dos de la tarde. El tedio era terrible a esa hora. Un estudiante con una lectura monótona. Imaginense. Algunas veces el profesor interrumpía la lectura  para hacer alguna aclaración o abundar sobre cualquier asunto que considerara de interés. En una de esas paradas nos aclaró lo que era una conversación bizantina.

Dijo que los habitantes de la ciudad de Bizancio, en la actual Turquía, eran muy dados a entablar discusiones sobre temás estériles tales como si los angeles tenían sexo o si Jesucristo se reía o dónde iban los niños que morían sin bautizar, etc.etc  Eran temas de los que se podía hablar mucho sin llegar a ninguna conclusión. A ese tipo de discusiones se les llama "conversaciones bizantinas". Esa fue una de las cosas que aprendí con mi profesor Hatuey, y como pueden apreciar nunca lo olvidé.

A partir de ahí algunas veces nos encontrábamos en lugares públicos de Santo Domingo y me saludaba con afectos.  En aquel entonces no existian los teléfonos inteligentes, con cámara, de modo que no pudo hacerme un selfie ni nada de eso. No  tengo ningún recuerdo gráfico de esa etapa de mi vida.Todo está en mi meroria, y cuando muera, todos esos recuerdos se  irán conmigo. Pero bueno, el caso es que pasó el tiempo. Me fui a vivir a San Juan. Me casé y no volví a verlo más que en periódicos o la televisión. Muchos años después nos encontramos personalmente y yo le dije que había sido mi profesor; pero ya no me recordaba en absoluto.


Ayer falleció. En los últimos tres o cuatro años su salud desmejoró mucho. En 2010 estaba todavía vigoroso y se notaba saludable. Así es la vida. Ha sido siempre así.

 El país está triste. Hatuey fue un buen hombre. Se ha perdido un gran hombre. Para siempre...

La gente de mi generación creció viendo y escuchado al licenciado Hatuey D'camps. Con su muerte también se va a la tumba un poquito de la historia personal de mucha gente en la República Dominicana. Descanse en paz.

El autor es el Director de El Granero del Sur


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