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OPINIÓN. La señorita Inés se nos ha ido... ya no la veremos nunca más

Por: Cassandro Fortuna MA

La señorita Inés Suzaña murió; ya no la veremos nunca más. Con ella se fue una época que solo estará para siempre en la historia. ¿Cómo podrán saber nuestros hijos y nietos que en San Juan de la Maguana hubo una señorita Inés Suzaña que estaba obsesionada con la formación de los estudiantes, y que tenía un supremo interés, no solo de que los jóvenes estuvieran bien formados académicamente, sino de que también fueran hombres y mujeres honorables?


Dicen que hay profesores, y  maestros. Entre uno y otro existe una diferencia del cielo a la tierra. Al profesor, pura y simplemente, le interesa impartir docencia y que le paguen un salario. Al maestro le interesa tener la oportunidad de instruir a los jóvenes y agradece que por ello también le paguen un sueldo.


Ser profesor o maestro parece lo mismo, pero no es igual. Al primero le interesa que sus estudiantes aprendan la lección a sangre y fuego. Cualquier otra consideración no es asunto suyo.Su papel se circunscribe a que pasen en el examen o que repitan la asignatura. El maestro quiere, además de eso, que sus estudiantes posean un buen vocabulario, que se respeten los unos a los otros. Que no fumen, que no se enborrachen, que no usen drogas, que sean buenos hijos y buenos ciudadanos. Que tengan una correcta conciencia de la moral social para que sean útiles a su familia y a su comunidad.


No se trata, entonces, de ser un simple profesor, sino un buen maestro. Por supuesto, eso es muela de gallos en el magisterio, pues la mayoría de los docentes son como la bandada de las gaviotas de la historia de Richard Bach: vuelan bajito, porque solo quieren comer pescado y no les interesan las otras maravillas de la costa, ni volar alto, como las águilas. La meta es dar su clase y cobrar su cuarto. Punto.


La señorita Inés, sin embargo, era como Juan Salvador Gaviota. Volaba alto. Tenía otro cielo. Su percepción del magisterio era distinto. Le pasaba lo mismo que  a Juan Salvador Gaviota: los integrantes de la bandada la veían como una profesora rara, la criticaban constantemente, y tal vez algunos, insensatos, hasta la odiaban. Ello así porque entendían que debía ser como todos los miembros de la bandada. Mientras todas las gaviotas se mataban por un pescado allá abajo, Juan Salvador Gaviota los miraba con pena desde arriba. Sabía que existían otros mundos al que estos, sumidos en la cotidianidad y la rutina de la vida, nunca alcanzaría conocer.


La señorita Inés fue todo un personaje, Pequeña, en verdad muy diminuta y frágil, tenía un carácter muy fuerte. Su propia vida fue ejemplo de sus ideas y convicciones. Nunca contrajo matrimonio. Era mujer austera.Un personaje, en  verdad, de ficción. Como Blancanieves y los Siete Enanitos. Como La Bella Durmiente. Como La Señorita Victoria. Es obvio, pues, que parecía el personaje de una película o de una gran novela que vivió en un país lejano, y no en San Juan de la Maguana. Pero no fue un personaje, una leyenda. o una creación literaria, sino una persona de carne y hueso que vivió, hasta hace solo unos días,,entre nosotros.


Ahora se ha ido para siempre y para muchos no es más que una extraña que nunca conocieron. A mí me recuerda a la hermana Teresa de Calcuta ¿por qué? Porque ambas fueron dos mujeres convencidas de la vocación que les carcomía el alma. La primera, hacer el bien a toda costa, "hasta que duela", como a veces ha dicho Hanoi Sánchez, la Alcaldesa de San Juan,La segunda, ejercer un magisterio capaz de crear hombres y mujeres correctos para la sociedad. Coincidencialmente, una y otra fueron mujeres pequeñas de estatura, delgadas, débiles,  de muy frágil contextura física, pero fuertes de carácter, mujeres con principios sólidos. La madre Teresa nunca se casó más que con la iglesia y con Cristo. Su rostro y su memoria invitan a la compasión y al servicio.La señorita Inés tampoco conoció varón y su único matrimonio fue con el magisterio. Al recordarla piensa uno en los más altos valores y principios sociales para el bienestar común.Un inapreciable aporte para cualquier sociedad. Es decir, de tanto valor que no se puede calibrar su importancia:


Adiós, profesora Inés Suzaña. Adiós.


La profesora Inés Suzaña se nos ha ido...ya no la veremos nunca más.

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El autor es periodista, abogado y escritor
Tiene una maestría en Derecho Internacional
Es el director de El Granero del Sur

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