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Así va la batalla por la Casa Blanca

 A una semana de las elecciones presidenciales de Estados Unidos, los ojos están puestos sobre los llamados "estados bisagra", un campo de batalla incierto que ningún candidato quiere perder.

A una semana de las elecciones presidenciales de Estados Unidos, los ojos están puestos sobre los llamados "estados bisagra", un campo de batalla incierto que ningún candidato quiere perder. / Agencia AFP

Hay ocho carreras muy claves para los candidatos. Para que el demócrata Joe Biden gane la presidencia necesita una combinación exitosa de victorias en tres o cuatro de los estados mencionados adelante, además de sostener los territorios que fueron azules en 2016. El presidente Donald Trump, por otro lado, necesita defender su ventaja en estos territorios: no puede conceder mucho terreno y dejar que su rival meta en su bolsa estados como Pensilvania, Michigan, Wisconsin y, sobre todo, Florida. Las cosas se anticipan reñidas para ambos. Así se están comportando siete de los estados claves.

Pensilvania (20 votos electorales)

Hace cuatro años, Trump le ganó a Clinton este estado por un estrecho margen de 0,7 %. Es decir, 44.292 votos. Hubo varias razones, pero destacamos dos: un disgusto generalizado hacia Clinton en las zonas rurales por parte de los hombres blancos y una campaña de promesas sobre aumentar los empleos por parte del candidato republicano en esas zonas.

Ahora Joe Biden tiene una ventaja en las encuestas de entre 5 y 10 puntos porcentuales. Y eso se debe a dos cosas. Primera, un disgusto por el mal manejo de Trump en materia de salud pública. Pensilvania es uno de los estados con más ancianos, quienes representan el 70 % de las muertes por COVID-19, entre otras cosas relacionadas con la pandemia. Pero no todo es el coronavirus. También vio un incremento de muertes por sobredosis y el presidente espera eliminar el Obamacare, que ayudó a reducir las disparidades raciales en materia de salud, sin presentar un programa que lo reemplace.

Por otro lado, sus promesas de mejorar el empleo no fueron cumplidas. Pongámoslo en cifras: cuando Trump asumió el cargo habían 6′105.806 empleos en Pensilvania. En febrero de este año, antes de la pandemia, se registraban 6′249.391 empleos. Un incremento de cerca de 145 mil en cuatro años no es precisamente un éxito tan robusto como lo presenta Trump, que prometió muchas cosas para la industria manufacturera y no las cumplió. Y lo que es peor, la pandemia esfumó todo progreso: ocho meses de coronavirus han dejado una pérdida neta de 600 mil empleos en el estado. La ciudadanía ha sentido que hubo un mal manejo de la situación.

Biden, que defiende el Obamacare y que a diferencia de Trump quiere gravar a las corporaciones para financiar asistencia a los trabajadores y subir el salario mínimo, se ha ganado el apoyo que el Partido Demócrata perdió en el pasado. Además, es más apreciado que Clinton por los hombres blancos, pues proviene de esa clase trabajadora. Hay menos votantes indecisos. La migración, por otro lado, no está en la agenda como en 2016, para desgracia de Trump. De hecho, es obvio, pero 2020 no es 2016. De todas maneras, una victoria de Biden se anticipa ajustada y difícil. Hay quienes ven a Biden como un “cambio extremo” y prefieren continuar en la línea actual de gobierno, así haya problemas evidentes. Y no hay que confiarse de las encuestas. Trump puede dar la sorpresa.

Michigan (16 votos electorales)

En 2016, Trump ganó Michigan por el margen más estrecho de las elecciones: 10.704 votos (0,3 %). La excesiva confianza de Clinton en este estado le dio al republicano su victoria, pues su campaña descartó elementos como el de la persuasión en persona. No se tocaron puertas para conseguir apoyo. Trump, en cambio, sí lo hizo. Eso dejó a los votantes muy poco entusiasmados por la demócrata. La última parada de la campaña de Trump fue precisamente una manifestación masiva en Michigan.

Biden ha invertido muchos recursos en este estado para recuperarlo. Ahora goza de una cómoda ventaja de ocho puntos. Pero lo que alguna vez fue un bastión demócrata, ahora es impredecible hacia el 3 de noviembre.

La agenda de los demócratas es considerada de todas formas demasiado extrema para los trabajadores que dependen del sector industrial. En ciudades como Detroit, famosas por las fábricas de automotores, sienten que el Green New Deal demócrata los ataca. Los republicanos creen que los votantes obreros se mantendrán de su lado.

Los afroamericanos se sienten mejor con Biden que con Clinton, pero no les da la misma emoción escuchar un Biden-Harris que un Biden-Obama. La gente en este estado ve con recelo el historial de Kamala Harris en la Fiscalía de California. También hay un creciente temor por los disturbios en el país, lo que ha sostenido y arrastrado a muchos hacia Trump, pero también los ha alejado de él. La mayoría de marchas del “Black Lives Matter” se dieron en los suburbios que Trump conquistó en 2016. Un mal presagio para el presidente.

Michigan no se trata realmente sobre Biden, porque no hay mucha emoción por el candidato. Se trata sobre un referendo al gobierno Trump y su manejo de la pandemia y la economía, de nuevo. Su mala gestión fortaleció los grupos de líderes de derechos civiles y profesores, entre otros. La porción que apoya a los demócratas quiere es que el republicano se marche de la Oficina Oval. El disgusto puede ser más fuerte que la pasión por Biden.

¿Cómo podría ganar Biden entonces? Mucho depende de si los ciudadanos afroamericanos votarán en los niveles que lo han hecho históricamente, lo que beneficia a los demócratas. En 2016, Michigan presentó una disminución en la participación en las elecciones. La gobernadora demócrata Gretchen Whitmer ha hecho que votar sea mucho más fácil ahora, lo que se ve reflejado en el entusiasmo por el voto por correo. Y recordando el estrecho margen de 2016, no es tan imposible que los demócratas volteen la balanza este noviembre.

Wisconsin (10 votos electorales)

Trump se convirtió en el primer republicano en ganar en Wisconsin en casi tres décadas, pero lo hizo por un margen de 1 % (solo 22.748 votos). También lo hizo tras conquistar a la clase trabajadora blanca en pueblos y áreas rurales que habían sido olvidados del mapa y porque Clinton se confió y no hizo una campaña emocionante acá. Biden no quiso cometer ese mismo error.

El candidato demócrata ha hecho una mejor campaña en este estado, enfocándose en atraer a votantes blancos y mayores de 65 que se habían ido con Trump en 2016, y que ahora lucen disgustados por su manejo de la pandemia. Acá hay un tema clave: la injusticia racial. En Kenosha fue donde ocurrió el tiroteo contra Jacob Blake a manos de la policía, así que el racismo estructural también será un debate cuesta arriba para ambos candidatos.

Trump usó tras este suceso tácticas de miedo para hacerse con los votos de Wisconsin con un discurso de “retomar la ley y el orden”. Pero dos meses después del tiroteo la trascendencia de las protestas ha sido absorbida por otros problemas más grandes, y la estrategia de Trump no le dio el impulso necesario para reforzar su imagen en los suburbios. Las encuestas han sido estáticas. El apoyo y la impopularidad de Trump siguen siendo los mismos. La fórmula de Biden, Kamala Harris, podría ayudar acá. Su presencia ha motivado a los votantes afros a inclinarse por los demócratas esta vez. Es una carrera apretada, pero Biden tiene una leve ventaja sobre su rival.

Florida (29 votos electorales)

Dicen que el candidato que gana en Florida termina llegando a la Casa Blanca, y así ha sido desde 1996 cuando el entonces mandatario Bill Clinton derrotó al republicano Bob Dale. La presidencia no se le ha escapado al candidato que logra la victoria en este estado bisagra. Pero ganar ese campo de batalla no es fácil, ya que desde 2010 ningún candidato a presidente o gobernador ha ganado por más de un punto en este estado. Tanto así, que en el año 2000 George W. Bush ganó la elección de Florida por 537 votos. ¿Por qué?

Las líneas de combate en Florida están bien definidas. Los demócratas tienen su bastión desde Miami hasta Palm Beach, mientras que los republicanos dominan en el norte y suroeste del estado. Esto sin mencionar la cultura política de los latinos, en donde los puertorriqueños, cubanos y venezolanos hacen que el estado sea aún más diverso y el escenario perfecto para la competitividad presidencial.

En 2016, Hillary Clinton también lideró en Florida, pero Trump revirtió una tendencia negativa para su partido, de dos elecciones con victoria demócrata, y se impuso a Hillary Clinton por apenas 70 mil votos. Estamos hablando de 1,2 puntos porcentuales. Un margen pequeño, pero suficiente, para inclinar la balanza a favor del mandatario. Hoy las encuestas nos muestran una vez más que la contienda electoral será apretada en este estado: Biden lidera la intención de voto con 50,8 %, mientras que Trump está a menos de dos puntos porcentuales de su rival con 48,4 %.

Georgia (16 votos electorales)

Este estado no ha votado por un presidente demócrata desde 1992, y lo mismo pasó en 2016 cuando Georgia entregó sus 16 votos electorales a Donald Trump. Pero algo inusual pasó en estos comicios; Hillary Clinton ganó más votos populares en este estado que cualquier nominado demócrata en la historia, lo que podría poner en duda una inminente victoria para Trump en este estado.

¿Qué fue lo que pasó en 2016? Las cosas han cambiado desde 2004 cuando los demócratas no hicieron ningún esfuerzo en Georgia; en ese momento el 70 % de todos los votantes eran blancos. En 2016 esa parte del electorado cayó en un 60 % y los demócratas ganaron los condados de Cobb y Gwinnett por primera vez desde que Jimmy Carter ganó la presidencia. Sin embargo, los republicanos se mantuvieron con el apoyo de los votantes blancos al norte y sur de Atlanta.

Hoy en Georgia el panorama es aún más apretado que en Florida. La intención para Donald Trump llegó a 49.8 % mientras que para Biden es de 49.4 %.

Arizona (11 votos electorales)

Podríamos decir que Arizona era definitivamente un estado casi ganado para los republicanos, y así lo mostró la historia: a pesar de que Barack Obama y Hillary Clinton invirtieron en el estado, ningún candidato presidencial demócrata ha ganado en Arizona desde Bill Clinton en 1996. Pero, y por qué ahora es un estado bisagra?

Trump ganó en este estado por solo cuatro puntos porcentuales. Sí, es una victoria marcada, pero no tan contundente como la que tuvo George W. en 2004, donde ganó en ese estado con una diferencia de 10 puntos porcentuales. Y es que poco a poco los demócratas se abrieron paso en Arizona. En 2018 cuatro candidatos demócratas ganaron en todo el estado, incluido el senador Kyrsten Sinema. Esto se debe a que la demografía en Arizona ha cambiado.

“Si al Partido Demócrata le está yendo bien en áreas suburbanizadas, urbanizadas y altamente educadas, lo estamos haciendo bien en Arizona, pues el 80 % del estado es urbano y suburbano. Al mismo tiempo, tenemos una comunidad latina joven en ascenso que vota por los demócratas”, dijo el representante Rubén Gallego al Washington Post. Por ahí podría estar la clave en estas elecciones: junto con las pequeñas poblaciones negras y nativas americanas del estado, los latinos constituyen la base demócrata en Arizona. Hoy la tendencia electoral nos dice que Trump se lleva el 48,2 % y Biden el 50,5 %.

Carolina del Norte (15 votos electorales)

Durante décadas los demócratas no lograron convencer a Carolina del Norte. Tanto así, que los candidatos republicanos a la Casa Blanca han ganado en 10 de las últimas 12 elecciones. George W. Bush ganó fácilmente con una diferencia de casi 13 puntos porcentuales sobre su rival John Kerry. Pero las cosas cambiaron y en 2008 Barack Obama le arrebató el estado al Partido Republicano por primera vez desde 1976. Poco a poco los republicanos recuperaron su lugar en las dos siguientes elecciones con Mitt Romney en 2012 y Donald Trump en 2016, pero el cambio azul parece persistir.

Hoy la tendencia electoral nos dice que Biden se llevaría la victoria con el 50,8 %, mientras que Trump se queda con el 48,4 %. Hasta ahora los republicanos han ganado terreno en las zonas rurales, pero aún está por verse qué puede pasar en las ciudades. El gobernador demócrata Roy Cooper está buscando la reelección y también el senador republicano Thom Tillis.

Ohio (18 votos electorales)

Esta es la carrera más apretada de todas. Los candidatos van empatados en las encuestas a una semana de las elecciones. Biden ha ido recortando el trecho frente a Trump, pero el resultado es completamente incierto. Las pérdidas de trabajos y el crecimiento demográfico en las zonas rurales le dieron la victoria al republicano en 2016, pero ahora él lucha contra el mismo problema. Trump no cumplió con sus promesas de recuperar la industria del acero y del carbón. General Motors cerró una de sus plantas más importantes acá. Y Biden, por otro lado, se ha presentado como el candidato que salvó esa compañía en 2008 con Obama.

Para Trump hay buenas noticias: no hay grandes cambios demográficos respecto a 2016. La población blanca continúa rozando el 80 % y no hay influencia latina que impulse un gran cambio. Pero también hay malas. Tomando las elecciones de medio término como punto de referencia, vemos un incremento más grande de votantes demócratas registrados en el estado y una reducción de los republicanos. Además, un número inusual de republicanos ahora respalda a Biden.

Las grandes ciudades, como Cleveland y Cincinnati, se han teñido más de azul, pero la zona rural sigue siendo roja. A Biden le corresponde no dejar que Trump tenga victorias colosales en esas zonas y triunfar en las grandes ciudades. Este es un estado de la suerte. Aquí se ha elegido el ganador en todas las elecciones menos en cuatro desde la Guerra Civil.

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