PUBLICIDAD DISPONIBLE

El racismo norteamericano / Bernardo Vega

Por : Bernardo Vega
Diez años después de la independencia dominicana de 1844, durante el segundo gobierno de Pedro Santana, el aventurero norteamericano William Cazneau y su esposa, quien publicaba bajo el seudónimo de Cora Montgomery, convencieron al gobierno de Franklyn Pierce (1853-1857) de que era factible alquilar la bahía de Samaná para una estación naval carbonera. Sería el primero de seis esfuerzos para lograr ese propósito y que tendrían lugar durante 27 años y tres jefes de Estado dominicanos: Santana, Báez y Cabral.
Para evitar que el Senado norteamericano ratificara el arrendamiento, el cónsul inglés, Sir Robert Schomburgk y el francés, con el apoyo de un senador dominicano de origen inglés, Teodoro Stanley Heneken, lograron que al acuerdo se incorporara un párrafo que lucía inocente, pero que no lo era, pues establecía que los mismos privilegios y derechos de que gozaran ciudadanos norteamericanos al llegar a Santo Domingo, serían conferidos a los dominicanos, sin distinción de raza o color, que fuesen a los Estados de la Unión. Los tres europeos sabían que eso era inaceptable a los Estados Unidos, pues los dominicanos eran principalmente mulatos y negros y en los Estados del sur existía aún la esclavitud y en los del norte una muy fuerte discriminación racial.
Al recibir el texto del acuerdo con el párrafo introducido por los europeos el canciller norteamericano William Marcy escribiría: “Esto no debe ser propuesto, ya que va en contra del pensamiento de una alta proporción de nuestros ciudadanos… la seguridad y tranquilidad de los Estados del sur requieren esta exclusión”, pero el cambio no se hizo y Cazneau y su esposa tuvieron que regresar a Washington con las manos vacías.
Este poco conocido detalle de nuestra historia me vino a la memoria al dar seguimiento a la reciente violencia en Charlottesville, Virginia, estimulada por la decisión del ayuntamiento de esa ciudad de eliminar la estatua del general Robert E. Lee, perdedor en la guerra civil norteamericana, que se inició siete años después de los antes referidos acontecimientos en Santo Domingo. Es como si en Bayaguana surgiese una polémica al decidirse construir una estatua a Elías Wessin y Wessin, el general perdedor durante la guerra civil dominicana de 1965, aunque en esa guerra no intervinieron factores raciales, sino, ideológicos, anti comunismo vs constitucionalismo. Además, el hecho de que hemos destruido todas las estatuas de Trujillo no significa que este no existió, ni que no se escriba sobre su régimen.
El racismo latente en Estados Unidos se vio exacerbado por la permanencia en el poder, durante ocho años, de Barack Obama, primer presidente afroamericano de ese país. Durante la campaña electoral que Donald Trump ganó, aunque por muy escaso margen, el actual presidente buscó el apoyo de los blancos de clase media, sobre todo rural y el día de las elecciones los afroamericanos  y latinos fueron a votar a favor de Hillary Clinton en menores cantidades de lo que se esperaba.
Los símbolos de la guerra civil norteamericana (1861-1863), que coincidió con la Anexión de la República Dominicana a España, son hoy día esgrimidos por las minorías racistas blancas. El Ku Klux Klan se estableció en 1865, dos años después de finalizada la guerra civil y de proclamada la abolición de la esclavitud. Se le vio en Charlottesville. Esos grupos racistas son parte de los que votaron a favor de Trump y que le siguen apoyando y de allí su dilema, pues si los critica pierde su apoyo. Las encuestas indican que Trump está perdiendo votantes y por eso no quiere ofender al núcleo de su base electoral.
La marcha con antorchas encendidas a través del campus de la Universidad de Virginia, por parte de esos racistas, quienes gritaban frases nazistas, recuerda mucho marchas similares con antorchas por parte de la juventud de Hitler durante los años treinta del siglo pasado.
En la República Dominicana el tema racial como elemento de campaña electoral, se circunscribe al anti haitianismo. La última propuesta para arrendar a Samaná la hizo Trujillo a principios de 1930. No se le hizo caso, pues ya los americanos contaban con Puerto Rico, las Islas Vírgenes y Guantánamo.

Publicar un comentario

Artículo Anterior Artículo Siguiente